Este 2014 se cumplen 400 años de la llegada del primer japonés a nuestro país, hito que marca el inicio de la amistad entre los dos pueblos
Claudia Fonseca Sosa
El paso por La Habana de un samurái japonés, a la altura del año 1614, es un hecho que pocos conocen. Procedente de México y en tránsito hacia Europa, Hasekura Tsunenaga permaneció en tierra cubana el tiempo necesario para abordar un buque de los que integraban la Flota de Indias. Sin embargo, su breve estancia marcó el inicio de una amistad centenaria entre nuestros pueblos.
El veterano luchador de las guerras en Corea debía conducir una embajada diplomática de su país a las cortes españolas y a la Santa Sede. Pero la ubicación geográfica de la isla caribeña, propició que la caravana en la que se transportaba tuviera que hacer una parada de descanso en el que por entonces era uno de los puertos más importantes del Nuevo Mundo.
La travesía liderada por Hasekura Tsunenaga o también llamado «Rokuemon» —por su disciplina, sagacidad y dotes de buen negociador— abriría las puertas del nuevo horizonte para el futuro comercial del Japón y, al mismo tiempo, perseguiría lograr la entrada en el archipiélago asiático de una mayor cantidad de misioneros del cristianismo.
El samurái que se convirtió en el primer japonés en pisar tierra cubana había sido enviado en tan importante propósito por el fundador de la ciudad de Sendai, Date Masamune, un estadista de gran visión política y considerado entre los más hábiles guerreros de la época. Su comitiva —integrada por los frailes Luis de Sotelo, Diego Ibáñez e Ignacio de Jesús, así como otros 30 españoles y 150 japoneses— había zarpado de la bahía de Tsukinoura el 28 de octubre de 1613, en el galeón San Juan Bautista.
Hasekura llegó a La Habana el 23 de julio de 1614 y luego de la reunión de la flota, partió hacia Europa en agosto del propio año para cumplir su cometido como embajador de buena voluntad.
Según cuenta la historiografía, Hasekura escribió con meticulosidad un diario de su importante periplo. Igualmente, el Archivo de Indias y la Biblioteca del Vaticano conservan algunas referencias sobre tan singular personaje, mientras que el Museo de Sendai atesora los regalos que llevó el samurái a Date Masamune tras regresar a su patria.
Debieron pasar muchos años para que Cuba fuera de nuevo anfitriona de otros japoneses, que en pequeños grupos arribaron a la mayor de las Antillas a partir de 1898 y hasta 1943. De acuerdo con los archivos demográficos, se asentaron en toda la geografía cubana, hasta llegar a estar presentes en 46 sitios de las seis provincias de entonces, además de Isla de Pinos.
Se aplicaban a disímiles labores, pero sobre todo en sectores productivos como la agricultura, las minas, la industria azucarera, la pesca, la agricultura, la mecánica, la electricidad y los servicios. Aunque nunca olvidaron su tierra natal y sus tradiciones, fueron poco a poco acogidos como hijos de Cuba.
La comitiva encabezada por Hasekura Tsunenaga se recuerda hoy en La Habana con una estatua de bronce del intrépido samurái. El monumento granítico, inaugurado el 26 de abril del 2001, fue donado a nuestro país por la Escuela Sendai Ikue Gukuen, en honor a las relaciones fraternas entre Cuba y Japón.
Con el brazo extendido y en pose ceremoniosa, la figura de Hasekura empuña un tradicional abanico señalando la imaginaria línea recta que llevaría a Sendai.
ya ke se celebra los 400 años de amistad Cuba Japon…
te voy recomendar esas historias japonesas.
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Interesante historia. Conocerla, nos anima a seguir buscando información de nuestras raíces.
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te gusta las historias de samurais ?
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Si, si conoces alguna que pudieras compartir.. bienvenida sea
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Rurouni Kenshin y otros…
http://esmanga.com/manga/ruroini-kenshin
http://www.ver-manga.net/rurouni-kenshin/
http://www.ver-manga.net/vagabond/
http://www.ver-manga.net/lobo-solitario-y-su-cachorro/
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me gustan las historia de samurai !!!
(Rurouni Kenshin, Samurai Spirits etc.)…
Fué 1 clase muy marginada por la Era Meiji……
(El manga Rurouni Kenshin habla de esto)
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Coria del Rio, en la provincia de Sevilla, conserva la huella genética de la aventura de Hasekura Tsunenaga.
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Me gusto mucho este texto. Y me recordó que a 100 metros de la estatua de Tsunenaga está mi compatriota d’Iberville que vino a La Habana para atacar… a los ingleses. Aqui está el texto que publique hace años. Tambien hice una pequeña biografía. Tal vez valdría la pena de retomar el tema, no sé.
De toda forma, felicitaciones para tus textos que son siempre excelentes.
Jean-Guy ALLARD
D’Iberville en La Habana :
un enigma histórico
9 de Julio de 1706. Una multitud importante se reúne en los accesos de la iglesia parroquial mayor de San Cristóbal de La Habana. En las últimas horas, la noticia se había extendido como un reguero de pólvora: el Capitán General Pedro Álvarez de Villarín, recientemente llegado de España, ha muerto, repentinamente, de un mal misterioso.
leyenda: militar joven, su determinación y su coraje le habían efectivamente otorgado el mando de expediciones a través de los bosques hostiles que rodeaban la bahía de Hudson, donde él había perseguido a los ingleses, mediante el empleo de las tácticas más aguerridas de sus aliados indios – cuyos dialectos hablaba. Luego llegó, en el curso de largas y difíciles campañas invernales, a expulsar a los ingleses de sus postas de Terra Nova.
Comandante de navíos de guerra, d’Iberville atacaba y reducía a la nada al enemigo con una habilidad desconcertante: ni una sola vez, en el curso de innumerables combates, y a pesar de la importancia de los medios desplegados, pudo el enemigo llegado de Inglaterra, hacerle bajar la bandera.
Su batalla más notable fue objeto de largas narraciones que sus viejos compañeros no dejaban de repetir: a bordo de su nave insignia, el Pelican, hundió cañonazo tras cañonazo, tres navíos de guerra ingleses que lo perseguían.
De hecho, sus hazañas habían alcanzado tal fama que Luis XIV, decidido a ocupar la desembocadura del Mississippi, lo envió a tomar este territorio que se convertiría en la Luisiana: fue ahí que el joven héroe – no tenía aún 40 años – se había convencido de una teoría que no dejó de defender: si no se detenía la presencia inglesa en el plazo más breve, Inglaterra ocuparía rápidamente todo el continente.
En un documento titulado «Memoria de la costa de la Florida y de una parte de México», remitido en 1699 a su jefe, de Pontchartrain, entonces Ministro de la Marina, d’Iberville dio un tono profético a su análisis:
«Los ingleses tienen el espíritu de colonia. Si Francia no se apodera de esta parte de América que es la más bella, la colonia inglesa que se ha vuelto considerable, crecerá de forma tal que en menos de cien años será lo suficientemente fuerte para apoderarse de toda la América y expulsar de ella todas las otras naciones.»
Estos se adhieren inmediatamente a la idea pero los golpea una adversidad imprevista: emisarios ingleses llegados de la Jamaica provocan la hostilidad de los habaneros hacia la presencia de marinos franceses en el puerto.
Para inmovilizar a los sediciosos, se decreta un toque de queda que prohíbe encontrarse en la calle después de medianoche, bajo la amenaza de la deportación a la Florida – donde los pantanos tienen una reputación siniestra.
D’Iberville conocía La Habana – el ya había apreciado su renombradas fortalezas, por vez primera en 1701, cuando vino a curarse las enfermedades contraídas en los pantanos de la Luisiana. Se aprovecha de esta secunda estancia para completar sus tripulaciones, mejorar la organización de su flota y asegurarse del buen estado de sus navíos de guerra que ocupaban una buena parte del puerto.
En este momento desembarca en La Habana el nuevo Capitan General Pedro Alvarez de Villarín que se dedica a calmar la efervescencia contra los franceses y se dispone a cooperar con d’Iberville.
El proyecto del canadiense enseguida seduce a de Villarín quien le ofrece su mejor navío – que debe regresar pronto de Veracruz – con una tripulación de 300 marinos.
En el castillo de la Real Fuerza, los dos hombres se hacen amigos y sueñan con el triunfo de una gran alianza franco-española que transformará la faz de toda la América. Descubren juntos la vida habanera, sus colores, sus sonidos, sus olores, en una época en que la villa es más que nunca el corazón de las Américas, formidable puerto de entrada al continente.
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que temía tal vecino.» •
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Gracias Jean-Guy Allard, muy interesante la historia de tu compatriota!
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yo sé que la cultura nipona es muy querida en Francia. incluso hay mangas-cafes !
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